El estudio que advirtió el terremoto

 

Los terremotos no se predicen pero se estiman. Eso fue justamente lo que un grupo de científicos hizo cuando, en un trabajo publicado en el 2009 por el magazine «Physics of the Earth an Planetary Interior», advirtieron de la posibilidad de que un terremoto de gran magnitud afectara la zona entre Constitución y Concepción en el «futuro cercano».
El informe de 8 páginas, que incluye variedad de gráficos y tablas de desplazamientos, concluye de un modo irrefutable: «es posible que la parte norte de la zona entre Constitución y Concepción haya sido afectado por los terremotos de 1851, 1928 y 1939, pero eso poco probable para el área cerca de Concepción. Debemos concluir que la parte sur del área Concepción-Constitución ha acumulado un déficit de desplazamiento que es tan grande como para producir un gran terremoto de un rango de 8-8,5 grados Richter». «Este, por supuesto, es el peor escenario, que necesita ser redefinido por trabajo adicional», agrega. Aunque todo índica ese trabajo adicional no se realizó.
El estudio titulado «Interseismic strain accumulation measured by GPS in the seismic gap between Constitución and Concepción in Chile», básicamente lo que registró fue la falta de movimientos sísmicos en la zona centro-sur, tomando en cuenta que, en términos históricos, por lo menos un terremoto de magnitud superior a 8 grados ocurre cada década. El fenómeno, llamado «laguna sísmica», comenzó a cobrar fuerza y tomar sentido en los 90, cuando se descartó que el terremoto de la ciudad de Chillán de 1939, haya sido de subducción, es decir, que surge de la repentina separación de dos placas.
El trabajo, desarrollado en conjunto por especialistas de Francia, Bulgaria y Chile –en el marco del Centro Internacional de Investigación de Terremotos formado por la Universidad de Chile– comparó las mediciones de la variación de terreno con aparatos GPS y una serie de marcadores colocados en tres momentos diferentes, los años: 1996, 1999 y 2002.
Comparando los datos de los 38 puntos de interés, ubicados en la zona de la «laguna sísmica» comprendida desde la Séptima a la Novena Región, los expertos establecieron una aproximación de la velocidad con la que las placas tectónicas de Nazca y del Pacífico se movían. Lo primero que notaron fue que en la zona costera la velocidad de acercamiento era notablemente mayor que en la cordillera. Mientras la península de Arauco avanzaba a 46 milímetros por año, en los Andes se reducía a 15 milímetros.
Basándose en esto lograron determinar que la velocidad promedio con la que ambas placas se acercaban era de 68 milímetros por año, lo cual les llevó a plantear su más importante y dramática aproximación, tomando como punto de referencia que el último evento sísmico importante de la zona ocurrió en 1835.
La hipótesis de que las placas habrían permanecido «estancadas» o inmóviles por más de 170 años (aunque advierten no hay mediciones tan antiguas), o sea, que no hubiese algún movimiento que las separara (puesto que la conducta normal es que permanezcan en movimiento, en una suerte de fricción), indicaba que el sector acumulaba tensión con una convergencia estimada de 10 metros que en algún momento debería ser liberada. En otras palabras, en la zona del terremoto existía una déficit que más temprano que tarde terminaría saldando la propia tierra, con un temblor .
«No sabemos si la placa se ha movido en algunos episodios en el pasado o si se mantiene completamente inmóvil desde el último gran de terremoto de 1835. En el peor escenario, de que no exista movimiento desde 1835, a un ritmo de 68 milímetros al año, se ha acumulado un déficit de cerca de 10 metros de movimiento desde ese año», sentencian los expertos. Para tener como referencia: el terremoto de Haití, de una magnitud de 7 grados, produjo un desplazamiento de tres metros.
El estudio denominó a esta proyección el «peor escenario». Y el peor escenario ocurrió.

El rostro más oscuro de Polanski

samantha roman

Samantha Gailey y Roman Polanski en 1977, el año en que se conocieron.

El famoso director se enfrenta a la posiblidad de ser finalmente juzgado en los Estados Unidos por la violación, ocurrida en 1977, de una menor. Polanski había permanecido prófugo desde entonces pero semanas atrás la policía Suiza, que tiene tratado de extradicción con el país del norte, lo capturó en un aeropuerto. Historia del lado siniestro de un artista genial.

Ocho años después de ser víctima de un suceso atroz, Roman Polanski encendió la mecha de su propio infierno. Y el de una niña de trece años llamada Samantha Geimer (entonces Samantha Gailey). Ambos recorrerían a partir de entonces caminos distintos aunque marcados por el recuerdo de su encuentro y el exilio. Los dos querrían olvidar pero la prensa y la justicia no se los permitiría.
Lo cierto es que en 1977 Roman Polanski violó a la pequeña Samantha en la mansión de Jack Nicholson. Han pasado décadas desde entonces y las versiones se siguen tejiendo en al aire. Sin embargo, los hechos quedaron sólidamente registrados a través de diálogos y testimonios tanto de los involucrados como de personas cercanas. Palabras más palabras, palabras menos esto es lo que ocurrió:
En 1977 Samantha Geimer era una chica bastante llamativa y soñaba con hacerse un lugar en el mundo del cine. Polanski y su hermana se habían cruzado en algún pub y su propia madre estaba vinculada a la actuación, de modo que en cuanto Polanski le ofreció tomarle fotografías para la versión francesa de “Vogue” no lo dudó. Esta era la oportunidad que andaba buscando.
No sabemos si en realidad Polanski iba a usar las fotos con fines profesionales. El caso es que las tomó. ¿Dónde está ese rollo que hoy los más morbosos coleccionistas pagarían por poseer? Tal vez hasta el propio director de “El pianista” lo ignore.
El primer día de sesiones, después de sacar unas cuantas fotografías, Polanski le pidió a la chica que se quedará en topless. Geimer recordó en posteriores declaraciones que la propuesta le resultó extraña y que más tarde no se lo contaría a su madre por miedo a que esta no la dejara volver a ver a Polanski. Las imágenes mostrando la delgadez sin filtro de Samantha quedaron en el rollo y Polanski la citó para tres semanas después.
En la segunda sesión de fotografías Polanski primero llevó a la chica hasta la casa de Jaqueline Bisset, la actriz que se hizo famosa por el filme “Class”. Y esta escena es cuando menos curiosa: Bisset y Polanski le ofrecieron vino como si se tratara de un adulto. Pero ella lo rechazó. El tour continuó hasta la casa de Nicholson que no estaba. En la mansión despojada de testigos, el director le ofreció nuevamente alcohol y más tarde drogas. En el camino él le había preguntado si alguna vez había tenido sexo y ella le aseguró que si. Era mentira. Tampoco había probado drogas en toda su corta vida.
Entonces, mareada por el champagne y las drogas, el director le pidió que se desnudara y la violó. Geimer ha aclarado ya varias veces que la violación ocurrió sin forcejeos ni gritos. Una y otra vez la joven le pidió al director que no avanzara sobre ella. En medio del acto, la por entonces novia de Nicholson, Angelica Huston, llamó a la puerta y mantuvo un diálogo con Polanski. De por sí la situación era extraña ¿qué hacía Polanski en la casa de Nicholson, medio desnudo y usando el jacuzzi?. Sea lo que se hayan dicho el uno al otro, el director volvió con la chica y continuó forzándola a tener sexo con él.
Finalmente la dejó. Para entonces Samantha estaba en estado de shock. Polanski le pidió, por supuesto, que no le dijera nada a nadie. La chica lo aceptó pero no cumplió el trato. Tenía un novio de 17 años a quien por teléfono le contó lo ocurrido. Su hermano la escuchó, se lo contó a su madre y el resto es historia conocida. O no tanto como uno imagina.
Seguir con su vida después del escándalo que significó el juicio a Polanski y la reconstrucción de su figura (ahora una figura pública) como la “Lolita” que sedujo al famoso director, fue una tarea devastadora para ella. Para cuando cumplió los 17 ya tenía un bebé y se había transformado en una joven rebelde y sin causa. Si, claro, había probado drogas, alcohol y ya parecía no tener futuro. Hasta que su madre la invitó a vivir a Hawai.
Fue en una geografía idílica donde recuperó el rumbo. Y se mantuvo más o menos así, lejos de todo y todos, como una madre entrañable y una profesional de bajo perfil, hasta que Polanski fue arrestado hace unas semanas en Suiza.
«La realidad es que he sido violada. Pero siempre me he sentido incómoda con el término violación. No quiero dramatizar. Para mí violar implica algo violento y sucio. Y no sucedió nada parecido allí. Hubo sexo sin mi consentimiento, quede claro. Pero ocurrió hace muchos años, y quiero que se le deje en paz a Polanski. Ni tengo rencor ni tengo simpatía hacia él. Es un extraño», le explicaba Geimer al Times en 2003.
Polanski nunca cambió realmente su opinión respecto de lo que sucedió ese día. Para él fue sexo consentido con una menor. Fue la falta que aceptó con el fin de no terminar en la cárcel. Su nacionalidad y un espacio lácso en el camino a su juzgamiento, le permitieron escaparse de una condena definitiva.
El director de “Chinatown” carga con un pasado que podría haber consumido a cualquier otro mortal: su madre fue deportada a Auschwitz y murió en el campo de concentración embarazada de cuatro meses. Y estaba embarazada su esposa, Sharon Tate, cuando los secuaces de Charles Mason la sacrificaron en el transcurso de un ritual satánico. Pero también es cierto que antes de violar a Samantha, Polanski había mantenido una relación amorosa con una incipiente actriz de 15 años llamada Nastassja Kinski y acerca de esa relación nadie se había atrevido a decir nada. Muy por el contrario, Kinski, aseguró que Polanski había servido para ella como una suerte de padre sustituto.
Como dato algo más que curioso hay que agregar que Nastassja es la hija del actor Klaus Kinski quien a su vez confesó en su libro “Yo necesito amor” haber mantenido relaciones sexuales con Romina Power, cuando esta tenía 13 años en la cocina de la casa de sus padres.
Ahora, Polanski se enfrenta una vez más a su destino. Un destino marcado por la tragedia y el dolor. Después de años de glamour y reconocimiento volverá a sus fuentes más amargas.

Esta entrevista con Diana Sawyer, ocurrida en París, fue la primera que le hicieron a Polanski después de muchos años de silencio y exilio. Hacia el final del clip él habla acerca de su encuentro con Samantha y de su relación con Nastassja Kinsi.

Cómo va el caso

Para algunos la pena (judicial y emocional) de Roman Polanski podría sintetizarse así: 43 días de cárcel y 32 años de exilio por los abusos que cometió sobre la menor Samantha Geimer. Y si bien, a fines de los 70, hubo un escándalo de proporciones cuando se supo que el director estaba implicado en una violación, todo indicaba que iba a salir libre sin que la cosa, al menos en lo que a su estilo de vida concernía, llegara a mayores. Polanski había aceptado internarse como un paciente psiquiátrico y estaba dispuesto a pasar 43 días más recluido. Sin embargo, en una pausa del proceso judicial, a Polanski le fue permitido irse a Europa donde estaba desarrollando su actividad laboral. En el Viejo Continente se permitió más de un placer y hasta apareció en la prensa acompañado por jóvenes mujeres y bebiendo champagne. Esto, se dice, enfureció al juez Rittenband, quien a su regreso le juró que pasaría 50 años en la cárcel. Polanski aprovechó otro respiro y se fugó para ya no volver.
Como es sabido, hace unas semanas la justicia Suiza lo capturó en un aeropuerto cuando el director entraba a ese país para participar de un homenaje que le harían en un festival de cine. A pesar de que su estado de salud en los últimos días no ha sido el mejor, al director se le negó la libertad condicional, y ahora, Estados Unidos pidió formalmente a Suiza la extradición del director. ¿Con cuanto tiempo de reclusión pagará su antigua deuda Polanski si se produce el regreso? Eso, probablemente, se discuta aun por un buen tiempo.

* Artículo publicado en diario «Río Negro».

Links

Especial de The Guardian

Paralelos entre la vida del director y sus películas por Axel Kuschevatzky

Samantha recuerda el día de su encuentro con Polanski en «People»

En el Día del Periodista, mi humilde homenaje

En el Día del Periodista voy a contarte para qué necesitas un periodista. (Un periodista decente, al menos).
Acabo de ver algo increíble, man. George Michael estaba sentadito ahí, a tres metros de mis narices. Vestía un traje oscuro, brillante como una luna plateada en medio del desierto. Perfecto Dolce Gabbana para una perfecta humanidad.
Atrás su coro griego de cantantes negros actuaba como una sinfonía extraplanetaria que no dejaba que su voz se perdiera en lo infinito del set televisivo. Pasó de un hit a otro. De un clásico al siguiente. Cada tema explotó en su paladar. Se robó el alma de los pocos agraciados que estaban presentes. Sentado con elegancia inglesa se dejó atravesar por la energía de la música. Igual que un profeta transfirió el fluido vital hasta más allá de los retornos, los instrumentos y los técnicos de sonido. Hizo vino del agua. Transfiguró los peces en diamantes. Las palabras en besos húmedos.
Podría detallar aquí la puntualidad y la sincronía con que sus canciones tomaron el espacio- tiempo del MTV Estudio. Pero no, no lo haré. Basta con agregar que “Fastlove” fue un eclípse y un volcán. Un núcleo atómico recubierto de puro erotismo. Y que “Star People” me hizo saltar como un canguro poseído por una ninfa. Y que “Everythig She Want” erizó mi piel y la de la hermosa chica negra que tenía justo a mi lado. Sin pensarlo nos miramos y, secretamente, la invité a salir en ese mismo momento.
Después un viento poderoso me llevó. Sentí mi corazón desvastado de un lado al otro. Toqué el fondo perpetuo de la pócima y encontré más allá de la borrachera otros tantos corazones perdidos. Hambrientos de mi sed. Pum-Pam, Pum-Pam. Un, dos, tres, cuatro ¡y va!.
Y una vez más, canta George, porque tu sabes, y amor te adoro, y amor no puedo dejar esto. Y quiero que cantes toda la fucking noche. Y planeo desaparecer en vos negra mía. Todo lo que ella quiere. Todo lo que yo quiero, baby.
Esto si que es Fast Love.

(*Perdonen los errores. Me propuse, como periodista, escribir una crónica de un concierto al que jamás asistí como si hubiera estado. La escribí en 12 minutos pensando en que tenía un cierre por delante y un editor machacándome. Es lo que hacemos los escribas para vivir. Happy Day.)

Penando en la Antártica

Otro crucero en problemas en la Antártica. Un artículo a propósito del tema.

El accidente del crucero Explorer, ocurrido en noviembre del 2007, fue una señal de alarma. En muchos sentidos este hundimiento, que involucró a 100 turistas y 54 tripulantes, estableció un límite a partir del cual el turismo internacional debería haber comenzado a replantearse sus sistemas de operaciones y seguridad en zonas de alto riesgo ¿Sirvió la lección que dejó esta embarcación de una prestigiosa empresa canadiense? Es una pregunta que queda por contestar.
El crecimiento sostenido de visitantes a la Antártida ha desembocado en una ecuación simple y preocupante: a mayor cantidad de barcos con turistas, es mayor también la posiblidad de que se desarrollen situaciones de peligro. Las razones siempre han estado allí y no han sido negadas por los especialistas. No abundan las tripulaciones experimentadas en viajes al continente blanco (no al menos las que están dentro del sector turístico y esto incluye capitanes con horas de navegación en esa región) y no todos los barcos poseen la cobertura adicional o específica que se requiere para circular en esas aguas donde abundan los icerberg y desprendimientos de hielo, sólo por mencionar un par de obstáculos.
Un mes después del accidente del Explorer, otro barco tuvo problemas en la Antártida. Se trataba del crucero noruego “Fram”, que transportaba a 256 pasajeros y 70 tripulantes. Luego de sufrir un desperfecto técnico quedó a la deriba y chocó contra un iceberg al norte de la Península Antártida. El “MS Explorer” a su vez, una embarcación pensada para otros fines pero que acondicionada para navegar en la zona, había colisionado con uno de los llamados bandejones de hielo. 
Crisis financiera a parte, el boom Antártico seguirá su ascenso en la medida en que una clase social acomodada busque geografías vírgenes para conocer. Poner un pie en la Antártida se ha vuelto una membresía, un tatuaje para quienes aman recorrer el planeta.
Durante el verano 2006/7 más de 130 buques recalaron en el puerto de Usuahia, la mayoría con destino blanco, según estadísticas de la Asociación Internacional de Operadores Turísticos de la Antártida (IAATO). El continente ya recibe cada año alrededor de 46 mil turistas por temporada. Una cifra que sorprende a los mismos involucrados en su comercialización. Recordemos que estamos hablando de tours que oscilan entre los 1000 dólares (el más económico en una embarcación de gran calado) y los 10 mil (en barcos más pequeños de considerable lujo).
Esta temporada 2008/9 todo sigue igual. Según, el Instituto Fueguino de Turismo, en el actual calendario no se han realizado modificaciones ni se hacen notar mermas en la cantidad de buques que llegarán a Usuahia con destino a la Antártica. 
En septiembre de este año, “Río Negro”, entrevistó a Pedro Cid, especialista en temas antárticos chileno, quien aseguró que: “El incremento de la actividad turística en la región ha hecho que las empresas del sector se sobredimensionen y tomen riesgos en términos logísticos y de personal para abaratar costos, con el consecuente sacrificio de algunas normas de seguridad. La no existencia de gran cantidad de personal experimentado en navegación antártica hace que las empresas recurran a personal que no tiene las calificaciones y esto, por cierto, aumenta el riesgo de accidentes en la región”.
Cid también aseguró en tono pesimista que: “Todo este panorama se oscurece aún más si consideramos que no existe una manera efectiva de fiscalización de las actividades turísticas en la Antártida, por tratarse de un territorio fuera de la jurisdicción de un país específico. Esta situación llevará a un aumento de los accidentes hasta que se llegue a un consenso internacional en términos de la regulación de la industria turística”.
Por ahora los accidentes han involucrado a embarcaciones relativamente pequeñas y lujosas cuyo costo promedio por pasajero ronda los 8 mil dólares. Queda pendiente imaginar, e imaginar con miras a una posible acción de rescate, que sucedería si el involucrado fuera un crucero 74.000 toneladas de peso, con 2000 pasajeros más 700 tripulantes a bordo.
Porque si hay una verdad obvia en todo esto es que el turismo en la Antártida apenas si comienza.
La entrevista con el investigador Pedro Cid puede leerse en:
http://www.rionegro.com.ar/diario/debates/2008/09/13/14916.php