Historia de Tito

Soy Tito. Vivo en el campo, en una casa de madera que me prestó mi amigo Ernesto. Soy su cuidador. Me levanto a las 5 de la mañana y veo como la luz pasa apretadita entre las nubes.
Soy un madrugador de siempre. Antes, cuando estaba en el negocio de la música, también andaba parado a estas mismas horas. Fue Ernesto el que me sacó al mundo. Porque hasta los 17 yo estaba el día entero en mi casa. No de tímido. Una enfermedad maldita me agarró cuando era un bebé y entonces todo me costó el doble. De grande todavía usaba muletas. Suerte que mi mamá me enseñó a no dejarme estar. “No existen los milagros, Tito, existís vos”, me dijo.
Me la pasaba con una oreja pegada a la radio y arreglando cachirulos de la gente del barrio. Capaz que por eso salí decente para la batería. Una tarde, Ernesto que conocía a mi mamá, me descubrió haciendo ruido con unas latas de leche a las que yo les daba como un condenado. Meta ritmo tropical, meta folclore, que era lo que yo más escuchaba. “Este pibe tiene pasta”, le dijo Ernesto a la mami, y un mes después ya laburaba en su grupo “La Sonora Montecarlo”. No sé porque le puso Montecarlo. Un profesor me explicó que era el nombre de una ciudad de México y de un reino en Europa. De todos modos, tan lejos de acá. El sur, donde ahora estamos.
Tocabámos en casamientos, en bautismos, en fiestas de fin de año. Una vez fuimos a  una estancia y cantamos cumbias y chacareras tres días seguidos y sin dormir.
Cuando el trabajo escaseaba trabajábamos en los prostis del barrio alto. Estaba bien, teníamos plata los fines de semana y si nos gustaba una chica nos hacían un descuento. En ese ambiente me perdí. Después que Ernesto terminó con la Sonora, yo me quedé tocando en los prostis con un guitarrista muy capo, el Tuerto, le decían. Al principio me pagaban con dinero, después con amor y al final con botellas de ginebra. Dos por show me tomaba. Pero como era mucho se me iba el ritmo. Un día no me dejaron entrar más. Pero con el frasco seguí.
Lo bueno es que volví a mi casa. Y lo malo es que no dejé de mamarme. En semejante estado no reconocía un cable de una válvula. Unos líos armé. A un cliente se le estalló un televisor. Dejaron de mandarme los aparatos rotos. Cuando me quise dar cuenta tenía una barba grandota y el pelo tan parado que llegaba al marco de la puerta. Estaba como al principio: metido como una tortuga en su caparazón y al cuidado de mi mamá.
En los ratos de lucidez me dedicaba a leer. Revistas con historias de pistoleros, novelas de García Márquez, cosas que traía mi mamá de la biblioteca. Hasta inglés estudié. Algo me acuerdo: can i play the piano?.
Entre ella y Ernesto me sacaron a la luz. Ernesto se compró este campito. No tenía quien se lo mirara y confío en mi. “Tito, no tomes, así no te perdés las estrellas ni el amanecer”, me dijo. Me quedé.
Hay unas pocas casas por acá y como se fue comentando que soy habilidoso me empezaron a traer sus televisores y sus radios viejos. Igual al “chupe” no volví. Una vez cada tanto me agarro una tranca. Una botella me tomo. Medio en pedo, vestido con mis calzas de ciclista, antiparras y tres linternas encendidas me meto a lo más profundo del campo. Parezco un ovni. Calladito y luminoso, pienso en una chica muy linda que conocí en el prosti. De su nombre no me acuerdo.

Ven a mi sur

Ven a mi sur.
Despojate de esas caretas de circo pomposo.
Ven a mi sur.
Bebe mi vino, comparte mi flash, entra al territorio de lo inmenso.
Ven a mi sur.
Abandona tus perfumes, tus sueños rotos, tus lágrimas por la noche.
Ven a mi sur.
Apaga tu queja, corre hacia la estación y compra un pasaje hacia tu espíritu.
Ven a mi sur.
Que hoy asamos pescado, contaremos historias de fantasmas y nos daremos la mano sin besarnos.
Ven a mi sur.
Donde lo que ves es lo que hay.
Donde tu mirada podrá atravesar la oscuridad hasta encontrar tus propios ojos hambrientos.
Ven a mi sur que escucharemos a Oasis cantando Lyla en Manchester, y viejas grabaciones de los Onas rapeando al interior de los bosques sagrados.
Ven a mi sur, nadie en toda tu vida va a amarte del modo en que yo lo haré.
Nadie expulsará tus ropas con tanta elegancia.
Nadie te juzgará y serás libre. Libre incluso de mi.
Ven a mi sur.
Que valdrá la pena.
Ven a mi sur.
Y estalla.
Ven a mi sur.
Y revela lo invisible.
Luego, huye cuando gustes.

Alfredo Jaramillo, poeta

alfredo

Hace unas horas entrevisté al destacado poeta y periodista Alfredo Jaramillo. La entrevista saldrá publicada en los próximos días en el «Río Negro». Les dejo un adelanto y algunos poemas de su muy recomendable libro «Grunge».
Seattle

Vas caminando por la calle y se te mojan
los zapatos. Mirás hacia arriba y hay edificios
levantándose, pero ninguno se parece
a la Space Needle. No importa. No dejes
que te desanimen. Seguí tres cuadras más,
justo cuando se abra la plaza. Parate ahí y
mirá el horizonte. Del otro lado del río:
la última barda. Recordá esa canción, esa
canción, y ahora levantá tu cara al cielo
y dejá que las gotas caigan dentro de tu
boca. Volvé a tu casa. Sacá del cajón esa
vieja camisa leñadora que nunca te volviste
a poner. Escribí una canción triste que
hable de vos. Y escribile otra a una mujer
que perdiste. Acurrucate en la cama. Llegaste
a Seattle.

La Bilis Negra

De qué parte
de qué penumbra nació tu mano
de qué asilo se largó
para venir justo aquí
a esta luz diminuta
al rayo de la tierra atravesada
a pedir unos versos
por un paisaje
por nada.

-¿Cual es el deseo de un poeta creado, criado en el sur y luego marchado a la gran ciudad?
-Bueno, en mi caso la poesía quizá no haya tenido que ver tan directa ni frontalmente con la decisión de venirme a Buenos Aires. Yo vivía en un monoambiente a media cuadra del FONAVI, donde intentaba encontrar una identidad profesional como joven becario, con un sueldo magro y sin demasiadas garantías de encontrar un trabajo que anudara las arritmias que movilizan a un chico de 24, recibido hace dos años y sobreestimulado por las expectativas de los demás (las instituciones, tu familia, los amigos, las estrechas posibilidades existenciales que en un momento parece brindar Neuquén). Así que irte lejos de las cosas que hasta entonces sostenían la estabilidad del mundo -después de haber leído algo de literatura, escuchado mucha música y ensayado bastante periodismo- era una opción arriesgada y divertida. Digamos que en Neuquén no había muchas posibilidades de encontrar ni un buen trabajo, ni muchos interlocutores, ni mucho “ambiente”, en el sentido que la gente que da vueltas en esta ciudad le confiere tácitamente a la palabra: muchas salidas, muchos lugares, mucho reviente; conocés gente que escribe y habla mejor que vos, y de repente descubrís la posibilidad de hacerte amigo de ellos y meterte en una nueva sintonía de destrucción, más acorde a tu propia mitología que a los símbolos mediáticos y parciales que habían mediado tus fantasías. Aunque claro, yo había viajado algunas veces, conocido gente de la narrativa en primera instancia, y eso me ayudó a establecerme con menos de grados de separación con respecto a las personas con las que terminás compartiendo un cierto viaje generacional alrededor del arte.
-¿Cómo caracterizarías tu escritura? o bien ¿Cómo se la contarías a los niños?
-Introspección y disturbio (bueno, eso no es mucho para los nenes pero sí una definición sintética de lo que me pasa cuando escribo). Si me aproximo a un código más abierto diría “música del interior”, en el sentido literal: música que viene de adentro tuyo. Es una definición bastante estúpida y obvia, pero pega cien por ciento ahí: en la música que te dicta un poema, en la simbolización de las cosas que tenés adentro y un día te van a matar. Claro que después (y esto lo aprendí hablando con un montón de poetas que conocí acá) viene el barniz del género, es decir, una especie de acople que empieza a hacer tu lengua con el canon y la tradición. Digo esto y me parece un horror, claro, porque lo que te hace escribir en un principio no es un molde (aunque está claro que es imposible hablar por afuera de un género, aún por afuera de una lengua), sino el corazón. Pero después te das cuenta que estás en el mismo negocio que un montón de gente, y que es necesario volverse comprensible para sonar en el oído del otro. No hay que olvidar que esto también es una basura, porque si estás muy pendiente de los otros te olvidás de vos, y estoy seguro que los grandes poetas (esos que ayer y hoy hicieron y están haciendo nacer cosas que nadie vio) se concentraron en lo suyo y el cielo se cubrió de estrellas. En este momento me inclino más a pensar que el sentido colectivo de lo que es poesía importa poco y nada; hay que darle.
-Sos un referente generacional ¿me cuentas como es esa generación de la que saliste y que aglutina a gente del Alto Valle?
-Hace unos meses estaba más convencido de lo que significaba formar parte y creer en la existencia de una generación, así, en general; hoy soy un poco más escéptico porque, a fin y al cabo, ¿qué es una generación? ¿una camada? ¿un cierto aire común respirado entre nosotros? ¿el efecto que la época tiene en nuestras mentes, y los resultados dispares que provocan en cada uno? No lo sé, pero si tuviera que pensar en los términos de una generación, circunscripta a un tiempo (imposible pensar en un lugar, hoy, donde todos damos vueltas por internet como quien pasea su moto alrededor del monumento a San Martín), diría que pertenezco a un grupo de pibes infectados por la televisión y la tierra de la barda, que empezó a encontrar el camino de la liberación en las salidas clandestinas a La Colina a los 15 años; el 7mo regimiento dulce fue nuestro ponche de ácido lisérgico, ahí, en medio de un ambiente donde empezó a gestarse una mitología que puede ser recuperada intacta hoy: los matones juveniles, los chicos que empezaban a drogarse en la Plaza de la Amistad, los recitales de punk californiano en el colegio de Don Bosco y en otros CPEM de la ciudad, la jerga oscura que trajeron los chicos del oeste a los barrios del centro, todo eso, creo, recién ahora está empezando a aflorar en mi poesía, no tanto como tema sino como fibra de enunciación, es decir, me sale escribir como situado aún en esa atmósfera.
-¿Cuales son tus referentes culturales, tus fuentes artísticas de inspiración, tus nombres sagrados que atesoras o guardas en forma de música o libros o películas?
-Uf, qué decirte, son muchas cosas que operan en un nivel inconciente también, ¿no? Más allá de lo que uno pueda filtrar específicamente como influencias, hay cosas que están ahí atrás que supongo con los años podés establecer una filiación más clara. Igual tengo mi propia meca: Norman Mailer, y el periodismo norteamericano de los setenta, ese palo: ahí descubrí la luz, en las clases de periodismo de la facultad, esa fue mi primera literatura seria, ja, el periodismo. Claro que después vino la militancia y la fascinación por otras formas de realismo, conocer a María Esther Gilio y sus historias de los Tupamaros, Rodolfo Walsh, las biografías de Santucho y todo el bardo de la guerrilla, leí bastante de eso también, aunque si tuviera que señalar una referencia tremenda, de esas con las que tenés que lidiar de un modo en el que resulta difícil transferirla al campo de la poesía, diría la música, el rock que me transmitieron mis hermanos Luis y Juan, la estética de bandas como Marilyn Manson (nos pasamos casi todo primer año del Colegio Don Bosco escuchando Anticrist Superstar, usando corbatita y pasando metal industrial en la radio que armábamos en los recreos). Los videoclips que empezamos a ver más masivamente a mediados de los noventa por MTV; recuerdo quedarme a dormir a la casa de Santi Dominguez (que en la adolescencia armó Macachafa, una banda de punk legendaria para Neuquén) y pasar la noche entera mirando videos que él grababa en VHS. Las revistas de rock como Madhouse y la Kerrang, que conseguías a diez pesos en el kiosco Corsa. Más acá en el tiempo, cuando empecé a meterme más en la poesía, los poemas de Damián Ríos, Fabián Casas, Mariano Blatt, Héctor Kalamicoy, cosas que te rompen la cabeza porque es un lenguaje muy personal y ves cómo cada uno se armo su barco para atravesar la tormenta. Para ser justo también tendría que señalar lecturas más “universitarias”, cosas que me ayudaron a pensar y a recortar el mundo del lenguaje y la manera de pensar las políticas de representación: Gramsci, Barthes, Raymond Williams, los documentos internos del PCR…
-Te digo poeta en el nuevo milenio ¿qué me respondes?
-Bah, se siente igual que en el anterior, ¿no? Igual hay que meterle y ponerse a decir todo lo que haya para decir porque parece que en el 2012 afinan la Máquina de Dios y nos vamos todos a la mierda. Los mayas también dicen eso, que el mundo termina ese año, así que no habría que escatimar recursos a la hora de agitar.

¿Crisis del turismo?

La vida es un viaje. Al menos eso dicen. Y las vacaciones vendrían a ser un viaje dentro de ese viaje maravilloso y aterrador al que llamamos existencia. Filosofías a parte, ya sea para rumbear hacia su destino o hacia una isla en el Caribe, los viajeros necesitan dinero. Cash. Credit card. Cheques. Cheques viajeros. Tarjetas de débito. O algo que se parezca mucho a todo eso.

Tradicionalmente vacacionar ha sido una de las tantas actividades que se disfrutan primero y se pagan (o padecen) después. Salir de vacaciones es, en definitiva, uno de los tantos sinónimos que posee la antigua tradición de pedir prestado. Aunque también, al menos en los últimos 15 años, fue una costumbre asentada sobre todo entre los europeos, ahorrar durante un periodo de uno o dos años para luego irse un mes de vacaciones a un lejano lugar del mundo. Otra opción bastante aceptada por parte de los más jóvenes, ha sido la de trabajar por un periodo de tiempo similar con el propósito de tomarse un año sabático profundizando en el conocimiento de otras culturas. Claro, estas atentas costumbres se han enfrentado con una palabra que hace tiempo no aparecía en la agenda de las clases medias de los países desarrollados: crisis. Con ella han ido apareciendo otras más, como inseguridad laboral, desempleo, estancamiento profesional y, finalmente, desaparición del crédito.

La industria ha tomado debido apunte de ello. Los primeros números del año, proyectan una temproada 2009/10 más acotada que las anteriores. Pero la pregunta que todos quisieran ver respondida ahora mismo sigue entre puntos suspensivos: ¿Será realmente un año crítico para la industria turística?

Veamos algunas hipótesis oficiales. Esta semana concluyó la Feria Internacional del Turismo de Madrid, en el marco de la cual la Organización Mundial del Turismo de Naciones Unidas, informó que a pesar del ligero aumento del 2,0 del turismo internacional en el conjunto de 2008, alcanzando los 924 millones de turistas, la crisis ya le está pasando una factura a esta actividad y durante la segunda mitad del año pasado sufrió una retroceso del 1,0 por ciento, el primero desde 2003. El secretario general designado de la organización, Taleb Rifai, advirtió que en 2009 el sector experimentará, en el mejor de los casos, un estancamiento, y, en el peor, una contracción en torno al 2,0 por ciento.

De estos datos fríos pueden sacarse varias conclusiones. Una de ellas es que los números en baja no son dramáticos. Sin embargo, hay una estadística que podría marcar una tendencia perjudicial: desde 2003 que el turismo no sufría una caída en su progreso.

 

Decisiones emocionales

 

Esta industria más que ninguna otra está fuertemente atada a las emociones de los individuos. Es al día de hoy que los expertos en el mercado aseguran que, más allá de las bajas pronosticadas, se deben computar una serie de decisiones que se tomarán cuando la temporada esté por comenzar, y que terminarán afectando las estadísticas. Esta simple lógica del pensamiento, que en épocas de estabilidad no se aplica, debería ponerle los pelos de punta a cualquiera con inversiones en el rubro. El condimento emocional atraviesa de lado a lado el negocio turístico. Dicho y explicado esto, sólo queda esperar por los comportamientos masivos y, en algunos casos, orar.

Las teorías positivas al respecto no abundan pero al menos tienen la virtud de ser un consuelo. Abajo algunas de las que ocupan por estos días la cabeza de la industria sin chimeneas.

 

  1. Existe la posibilidad de que justamente debido a la crisis, la masa de jóvenes e integrantes de las clases medias administrativas y burguesas (de Estados Unidos, Japón, Alemania, entre los países que más viajan), decida viajar como una manera de olvidarse del crack financiero. Si todo está perdido, amemos y bailemos.

  2. Que la suma de estrategias de venta de paquetes turísticos a precios más bajos y del acceso al viaje en cuotas, por obra y mérito de las aerolíneas y las grandes casas de turismo asociadas a cadenas de hoteles e incluso posadas, den por resultado unas vacaciones económicas. Veamos sino lo que haciendo ahora mismo la aerolinea Lan con los pasajes premium.

  3. Que el temor al fantasma de la crisis genere una baja generalizada de las tarifas que hará que una clase social que de todos modos pensaba viajar, efectivamente lo haga, y se le sume otra que hasta ese momento ni siquiera lo tenía apuntado en su agenda.

  4. Que ante la palpable caída en la venta de pasajes y paquetes, efectivamente las empresas del rubro bajen ostenciblemente sus espectativas a último momento con lo cual se observarán fuertes descuentos en los valores acostumbrados para los meses de junio y julio, y octubre, noviembre e incluso diciembre.

     

Durante 2008, y siguiendo con datos oficiales: “todas las regiones mostraron resultados positivos, salvo Europa, que soportó un estancamiento del número de llegadas de turistas. Los mejores resultados fueron los de Oriente Medio, con un aumento del 11,0 por ciento, África (+5,0 por ciento) y los países de América (+4,0 por ciento), en este último caso gracias a la fortaleza de los viajes a Estados Unidos hasta agosto y el comportamiento favorable de la mayoría de los destinos de América Central y del Sur. Y, a pesar de la crisis global, en 2008 varios destinos del mundo obtuvieron resultados muy alentadores, entre ellos Honduras, Nicaragua, Panamá, Uruguay, Corea del Sur, Macao (China), Indonesia, India, Egipto, el Líbano, Jordania, Marruecos y Turquía”.

Se espera que en 2009 las regiones más afectadas serán América y Europa, ya que la mayor parte de sus mercados emisores se encuentran o están entrando en recesión.

En la gran feria del turismo, estuvo presente el secretario de Turismo de Santa Cruz, Alexis Simunovic. Su mirada sobre la realidad del negocio debe ser escuchada puesto que representa a una región clave que vive directamente del turismo europeo como lo es El Calafate. Dijo Sumunovic: “hay que ser claros y honestos, yo creo que para la próxima temporada el mercado europeo va a ser peor que este año”, afirmó. Pero también explicó que él, los suyos y los involucrados en turismo deberán “seguir buscando para encontrar esos nichos de mercado que a pesar de la crisis, siguen viajando. Ese el desafío que tienen tanto el sector oficial como el privado”.

Lamentablemente el Plan B de la Argentina: atraer a más argentinos, brasileros y chilenos, es también el Plan B de la industria trasandina ¿Hará turistas para todos? Esa es otra pregunta necesaria.

Existe una lógica presupuestaria detrás de este deseo regional. Ante un eventual agravamiento de la crisis internacional, y la pérdida definitiva del crédito de consumo, las vacaciones podrían, en el mejor de los casos, repensarse hacia destinos más cercanos: Mendoza, Buenos Aires, en el caso de chilenos y brasileros, Viña del Mar, Pucón, Puerto Varas, en el de los argentinos.

Desde esta perspectiva, el turismo en la zonas del sur de la argentina deberían verse beneficiadas por el afluente de cariocas y trasandinos que dejarían para otra oportunidad su soñado viaje a Europa o los Estados Unidos.

 

No todos esperan sufrir

 

Pero no todos los países ven al 2009 como a un año “cuco”. Hay destinos que sólo se imaginan en una faceta de crecimiento. No deja de ser paradójico que uno de ellos sea Colombia. 15 años atrás este país todavía podía considerarse una aventura frenddly para aquellos que quería disfrutar de una rica cultura autóctona, playas vírgenes y buen café. Como es sabido, todo eso cambió con la ola de violencia que dejó en la retina de millones de personas la postal de los tours acompañados por un grupo de paramilitares.

Pero 2009, presenta una Colombia lejos, muy lejos de la inseguridad. A tal punto que el eslogan de batalla que todavía en estos días puede escucharse en los canales internacionales dice: “El riesgo es que te quieras quedar”. El grupo de la Organización Mundial del Turismo (OMT) que en 2007 visitó Colombia quedó, según dicen, fascinado con el desarrollo de la industria turística. De allí nació la idea de elaborar un análisis sobre Colombia en el mapa turístico mundial. En este, Germán Porras, ex secretario de turismo de España de la OMT, asegura que Colombia ha logrado una nueva «imagen-país que supera los estereotipos y prejuicios acuñados a lo largo de los años de conflicto y difundidos por los medios de comunicación de masas».

Hace unos días el ministro de Comercio, Industria y Turismo, Luis Guillermo Plata, explicó: «Estamos haciendo un gran esfuerzo por revivir el turismo en Colombia. Sin embargo, aún falta mucho: más seguridad, promoción, infraestructura». Precisamente, sobre este punto Pata destacó la medida que establece un periodo de 30 años sin pagar el impuesto de la renta para hoteles nuevos o que sufren reformas. «Gracias a este incentivo tendremos 14.000 nuevas habitaciones». No es una mala idea ¿no?

Apenas algunas cifras que nos ayudarán a entender de qué hablan los colombianos cuando se trata de recuperar terreno en una competencia reñida: En el 2003 Colombia recibió 624.990 visitantes extranjeros. Una cifra que en 2008 ascendió a 1.222.102. El turismo es el tercer sector de exportación, detrás del petróleo y el carbón (2.263 millones de dólares en el 2007: 12,7 por ciento más que en el 2006).

 

Y Mexico también

 

Otro país que ve con bueno ojos un año que los demás observan castañeando los dientes, es México. Según datos oficiales, su actividad turística, la cuarta fuente de ingresos en importancia, crecería un 2.5 por ciento este año pese a la crisis financiera global. El país de los charros tuvo entradas por turismo de 12,900 millones de dólares en el 2007, de acuerdo con las cifras del banco central. Entre enero y noviembre del 2008, México alcanzó los 12,121 millones de dólares.

Hay una obviedad en su optimismo: México se despierta todas las mañana al lado de un país bautizado Estados Unidos. «El turista estadounidense no deja de hacer sus viajes y opta por lugares más cercanos. Cancún es de éstos», dijo a una agencia de notocias el presidente de la Asociación de Hoteles de Cancún, Jesús Almaguer Salazar.

Para el líder hotelero, las marcas «Cancún» y «Riviera Maya» se mantienen sólidas. Los números de Cancún y la Riviera Maya son irrefutables: la oferta de cuartos actualmente es superior a 73.000 habitaciones, un 14 por ciento del total mexicano, y la captación anual de divisas ronda los 5.450 millones de dólares, más de un tercio de lo que recibe México en conjunto.

 

Lo que puede esperar el sur o sea nosotros

 

La Patagonia es un destino mágico. Eso no se discute. Aunque hasta ahora, el acceso a sus paisajes ha estado alimentada (o insuflada) por una serie de beneficios al viajero que habrá que ver si se mantienen en los próximos años. Hasta hoy, un visitante de Europa, por ejemplo, acostumbraba a comprar, en su lugar de origen, pasajes de avión con múltiples destinos que le permitían recorrer toda Sudamérica por el mismo precio. De modo que cada cual gastaba los suyos en geografías como Cataratas y Perito Moreno, y ciudades como Buenos Aires y Río de Janeiro.

De todos modos, el ida y vuelta Europa-Sudamérica continúa siendo una experiencia y no un lujo. Si el turismo recibe adecuadas instrucciones y las condiciones necesarias se dan, esta parte del mundo podría entrar al grupo de los destinos lógicos aunque lejanos para el Primer Mundo. Las condiciones a favor todavía perduran: precios económicos en comida, alojamientos a precios razonables y de razonable calidad, viajes internos en colectivo a precios más bajos que los vueltos aéreos de cabotaje.

Habrá que esperar a las decisiones que tomen las grandes empresas del rubro, esas que arman innumerables grupos de turistas -recordemos que las compañías de turismo tienen muy presente su propia ganancia en todo esto y que funcionan como filtro y vía de acceso al turismo internacional-, y que sucede con las decisiones individuales de quienes han planificado viajar por propia cuenta. Es decir, por fuera de los tours.

Publicado en diario «Río Negro»

La casa del Roble

A nuestra casa nunca le dijimos casa. Le decíamos, el Roble. Eso en referencia del pasaje donde quedaba ubicada. Pasaje El Roble. Fue construida prácticamente por mis padres. Ellos mismos cargaron las maderas, los clavos, las chapas para el techo y los tarros de pintura. El edificio es una rara paradoja. Porque aunque tiene dos pisos y dos baños, es pequeña. Y aunque su rostro es humilde, sus pisos de madera le dan una pátina de elegancia. Como si no encajara en ningún circuito. En ninguna categoría. Mi padre era un poco así: estoico y frugal, más siempre vestido con una formalidad rayana en el buen gusto. Sus zapatos eran únicos, negros, y sus camisas caras.Vivimos ahí por espacio de cinco años. Nunca tuve un cuarto para habitar realmente. Puesto que la que era mi habitación no me parecía un refugio agradable. De modo que dormía justo en la pieza de enfrente entre almanaques de mi padre, libros de fotografías y obras de teatro de Shakespeare y Florencio Sánchez.

Durante la mayor parte del día mis padres trabajaban. Y la casa permanecía en silencio. Yo tampoco estaba, o era la escuela o la cocina de alguna empleada que me dejaba tomar café cargado con ella. Pero el silencio no es quietud en la Patagonia. El sonido de la lluvia golpeando los techos. La furia del viento agitando las ventanas. Los elementos poseen su propio tiempo y música.

Las noches, en cambio, estaban pobladas por los gritos de mi padre, y el llanto de mi madre. Sus peleas no eran la comidilla de un barrio donde al parecer todo el mundo se odiaba. La diferencia es que ellos llegaban a las manos. Los objetos surcaban la noche como naves no identificadas por ningún radar. Una vez vi salir disparado hacia el patio un perfecto caño de agua que por el golpe se partió en varios pedazos. En otra, una escoba fue a parar a la cabeza de mi padre y le dejó una recuerdo de cinco puntos. En otra, una correa se levantó sobre la cabeza ensortijada de mi madre.

La violencia y la incomodidad de no saber quererse duró más de lo necesario. Sin embargo, un día dejamos El Roble y comenzamos una gira artística por el pueblo que duró un par de temporadas. Fui un Rolling Stones sin saberlo.

Durante años seguí durmiendo los fines de semana en esa casa triste y callada. Parecía que Dios había bajado el interruptor de la alegría y el lugar permanecía en tenues sombras desde que la dejamos. A veces salía el sol y yo aprovechaba a jugar con soldaditos junto al balcón. Al menos ya nadie gritaba por las noches. Aunque, conmigo de testigo, mi padre lloraba desconsoladamente.

Los libros permanecieron y me pasé bastante tiempo auscultando sus cuerpos. Fui un naufrago de sus palabras. No hay dolor que no pueda consolar un libro.

En el viejo televisor Bolocco (sí, existe relación con Cecilia) de El Roble, vi cien, mil veces la saga de Tarzán, y las sarta de delirios que protagonizaban Abott y Costello. En El Roble vi por primera y segunda vez «Veracruz».

Un día decidí que no volvería a ocupar mi cama en El Roble. En el fondo, ya no era capaz de consolar la tristeza de mi padre, ni de sostenerle por las noches su pequeña mano antes de decirnos hasta mañana. Su dolor amplificaba el mío.

Siguiendo un destino marcado por la voluntad, mi padre enfermó gravemente y sufrió indecibles dolores físicos. Al final de su vida, siendo un hombre relativamente joven, optó por una de las formas que tiene el suicidio. Prefería morir antes que sentir como la enfermedad que él mismo había alentado, le aguijoneaba el cuerpo con una brutalidad que sólo eran capaces de consolar los analgésicos.

Durante su internación, cuando ya era un hecho que jamás volvería a su casa, visité El Roble. Caminé por sus pasillos estrechos, me senté en el descanso de la escalera y visité el patio que lucía muy abandonado.

Sentado en el sillón, una de las pocas inversiones de los últimos años de mi padre, me quedé dormido.

Luego de su muerte, El Roble permaneció alquilado por varios años. Hasta ahora. Mi mujer, mis tres hijos y yo la hemos ocupado, presumo que temporalmente. Incluso por unas semanas, una amiga y sus dos nenas, también han encontrado un lugar donde pasar sus vacaciones.

De modo que los mediodías y las noches uno puede escuchar una multitud de sonidos recorriendo El Roble. Algunos son gritos, pero ninguno asusta. Ahora los gritos refieren a mañas, o son risas lanzadas al aire como un ramillete de flores jóvenes.

Viéndolos comer, sentados a la mesa celeste que fue de mi padre, hace apenas unas horas a este colorido festival de energía. Viéndolos tironear como cachorros unos de los otros, no pude contener mi lágrimas. Y en silencio lo dejé ir.

Ahora El Roble les pertenece.