Entre niñas con cinturas altas y melenas despeinadas ahí vienes, hermosa.
Tus manos encendidas, sugieren mis contornos.
Pequeña y hermosa. Hechicera.
Buscas comprenderme.
Quieres mi huida.
Luego. Quizás luego.
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Naoko, ¿desde Buenos Aires?
Con mis gajitos de naranja rocé tu boca.
Y fueron tuyos por última vez.
Por última vez los saboreaste. Y deliciosos jugaron.
Jugamos por lo que ya no tendríamos.
Y exquisitos fuimos. Exquisitos por última vez.
Naoko: ¿Volverás?
¿Volveré a sonreír en la mañana?
Es que tengo miedo de quererte como te quise ayer.
Naoko se despide de su amor
Perdón cariño, pero me retiro de vos.
Y me llevo mi piel, mis labios, mis besos.
Mis suaves dolores, mis ilusiones.
Y tendrás que saborearme desde lejos.
Y tocarme sólo en mi ausencia.
Adiós cariño.
Llega Naoko
Llegué con mis curvas y labios filosos. Como una hiena. A devorármelos.
Primero me vestí de ninfa y bailé y me enrosqué hasta beber vino rosado y comer uvas de oro.
Me vestí de amante. Y ardí y suspiré. Y tirité hasta explotar.
Me vestí de bella y viví entre enaguas transparentes y bosques de fresas.
Me vestí de sabia. Y contemplé. Y soñé y me enamoré de mi ilusión.
Como una hiena. Con mis curvas y labios filosos hoy me visto de mariposa.
Y quiero caminar en las estrellas y recorrer los laberintos que imaginé.
Y arder y suspirar y tiritar. Y quedarme sin aliento hasta inundarme en la noche. Y volar de nuevo. En la inmensidad.
Siguiendo mi melodía, como un acordeón.