Chile, un país sin libros

Iba a escribir: Chile es un país sin libros. Pero rectificaré sobre la marcha: Chile es un país con libros escasos y caros. Libros hay.
Y justo en este proceso de transición entre un gobierno y otro, se hace más evidente el enorme desinterés que existe en mi país por la cultura. O eso que llamábamos hace unos años: “Cultura general”. A mi, que no soy particularmente nada en lo profesional, pues carezco título, me preocupa la cultura general como una de las ecuaciones de la educación.
Les diré porqué. Mi abuelo es un hombre de casi 90 años, analfabeto, de campo, que crió a sus hijas en la idea de que estudiar podía hacer la diferencia en sus vidas. Y así fue. Ambas fueron maestras y de una de ellas, Bernardita, nací yo, un fanático de los libros. Tengo muchos, en serio. Yo creo que he llegado a los 7 mil.
El punto es que ese mismo afecto por la cultura en amplio espectro me permitió entender mi hermoso lugar de origen, Puerto Natales, recorrer luego el mundo y trabajar como periodista en distintos medios de la Argentina: Página/12, Clarín, Río Negro. También he publicado un libro de poemas, revistas y hasta he dado charlas sobre periodismo. Curioso ¿no?
Los libros, la cultura general abrieron mi mente y he sido testigo de como ha abierto el corazón y las posiblidades laborales de muchas otras personas. No, no hablo de la educación formal que tiene mucho de negocio y no demasiado de educación (sobre todo en Chile donde estudiar es un acto comercial insano). Hablo del amor por el conocimiento. Ese que lleva a una persona cualquiera a interesarse por un tema y convertirlo en un modo de vida.
Pero en Chile se discuten macropolíticas educacionales, tasas de interés, porcentajes de exportación y jamás se habla de libros. Deshonrando así a gente como Vicente Huidobro, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Nicanor Parra, Jorge Edwards, Alejandro Jodorowsky, José Donoso y tantos pero tantos otros escritores e intelectuales chilenos. Olvidandose así -el país como institución- de su exquisito pasado intelectual. Sin intelecto, sin ideas, sin cultura, no iremos más allá de lo que ya han ido algunos países orientales. Tendremos acciones en alza y cerebros vacíos.
Algunas veces cuando paso la frontera desde Argentina y debo llenar el formulario de ingreso, en el lugar en el cual debe ir PROFESION, escribo POETA o EMPRESARIO, puesto que como bien me advirtió una funcionaria de un consulado: “si usted no es titulado, no es nada”.
Sin embargo, para ser poeta sólo se necesita escribir poesía y para ser empresario, emprender algo. Y ambas cosas he hecho para mi suerte a lo largo de mi vida.
Intelectualmente Chile presenta un panorama paupérrimo y no es resposabilidad de los artistas que hacen mucho por crecer y mostrar su obra sino de un sistema que ha borrado por completo una de las facetas más interesantes de la cultura chilena: su capacidad aunar naturaleza con ideas. De crear a partir de lo escaso. De volar a partir de una tierra enmarañada y diversa.
Las políticas culturales son débiles o invisibles. A menos que consideremos Viña del Mar un bastión de la cultura. En fin.
Leyendo justamente a Neruda es que encontré una vez más todo eso que amo de Chile, su fantástica inocencia. Sus colores. Neruda fue hijo de un ferrocarrilero y terminó convirtiéndose en una de las más importantes figuras de la literatura de todos los tiempos. Más allá de las condecoraciones, su pasado está vinculado a lo humilde y a los libros.
Me encantaría saber que en Chile los libros dejarán de tener el impuesto que los hace inaccesibles a la mayoría. Me gustaría escuchar que vamos a recuperar no tanto la alegría del préstamo personal sino la alegría de sabernos inventores de nuestro destino. Por creatividad, por empuje, por cultura.
Por cultura.

Fotografía: Alec Holst/School of Visual Arts

El de arriba es un famoso y polémico pensador, cientista político y social norteamericano: Charles Murray. Es el hombre que una vez dijo que las posibilidades de progreso en una persona estaban determinadas por su coeficiente intelectual. Hace unos días lo entrevistó «The New York Times», y sus declaraciones fueron muy polémicas. Por un lado asegura que para gran parte de los estudiantes la universidad es una perdida de tiempo porque, entre otros motivos que señala, no entienden casi nada de lo que se les enseña. Otra de sus aseveraciones dice que hay más futuro laboral y mejor remuneración en las profesiones de habilidades técnicas como electricista o plomero, que en otras tradicionales. Y hay más. Pero no les arruino la sorpresa. En el fondo, lo que hace es dar vuelta el tablero y cuestionar todo lo establecido.

Cientista social, autor de “The Bell Curve”
Entrevista a Charles Murray

Por Deborah Solomon

-Aunque asistir a la universidad ha sido tradicionalmente un elemento básico del sueño americano, usted sostiene en su nuevo libro, «Real Educación,» que muchos chicos están apunto de perder su tiempo tras la búsqueda de una licenciatura.
-Si, pensemos en cómo hacer para que los chicos puedan decirle a un empleador lo que saben y no donde lo aprendieron.
-Usted puede ser el primer cientista social en afirmar que sólo el 20 porciento de todos los estudiantes universitarios tienen el cerebro y la habilidad para entender el material de lectura asignado.
-El 80 porciento no es capaz de hacer frente al nivel de los materiales que se ofrecen en la universidad. Alguien puede sentarse con un texto de Paul Samuelson, mirar las páginas y saber lo que significan la mayoría de las palabras. Eso no quiere decir que salgan de allí comprendiendo sobre la economía que se enseña en el libro.
-¿Qué es lo que usted propone que haga ese joven de 18 años en lugar de tratar de aprender la diferencia entre macro y microeconomía?
-Oh, ¡el mundo del trabajo!
-¿Estoy segura de que es conciente de que el nivel de desempleo es muy alto en este momento?
-Hay muy pocos desempleados entre los electricistas de primera clase. Puedo encontrar un buen doctor en un minuto y medio. Pero encontrar un buen electricista, eso es duro. Si usted pretende trabajos con alta demanda laboral, preste atención a la mano de obra calificada. Y por trabajos de mano de obra calificada me refiero a actividades que se pagan entre 30 y 40 dólares la hora.
-¿Es su nuevo libro una extensión de “The Bell Curve”, el cual provocó un escándalo en 1994 al sugerir que las personas son tan prometedoras como el puntaje de su test de inteligencia.
-En muchas maneras es una destilación de temas sobre los que he venido pensando desde “The Bell Curve”.
-Los europeos históricamente se han definido a sí mismos a través de sus rasgos heredados y los títulos, ¿pero no es Norteamerica un país donde se supone que tenemos que definirnos a nosotros mismos mediante actos de voluntad?
-Me pregunto si hay una única y solitaria profesora de escuela pública que esté de acuerdo con la tesis de que todo es una cuestión de voluntad. Para mí, el hecho de que la capacidad varía -y varía de formas que son imposibles de cambiar- es algo que aprendemos en primer grado.
-Creo que si se les dan la oportunidad, la mayoría de las personas podría hacer algo más que simplemente nada.
-Está fuera de contacto con la realidad en ese sentido. Usted no ha estado niños que se encuentran bien en la mitad inferior en lo que a distribución de la capacidad se refiere.
-¿Y está usted en contacto con esa realidad? Durante casi dos décadas, ha formado parte del American Enterprise Institute, el laboratorio de ideas conservador de Washington ¿Por qué un auto declarado liberal, el partido que exalta el individualismo, ocupa su carrera desarrollando una actividad de beneficiencia financiada por el gobierno?
-Pero no ocupo mi carrera en eso. La gente aporta voluntariamente al A.E.I. -no hay dinero del gobierno – porque cree que el trabajo que hacemos es valioso.
-¿No son básicamente grupos de reflexión para el bienestar de los intelectuales?
-En realidad, lo interesante de esto es cómo los grupos de reflexión han estado produciendo, en lo últimos 15 años, materias que han tenido mayor efecto en el debate, en contraposición con las instituciones educacionales tradicionales.
-¿Que piensa del hecho de que John Mccain fue calificado con el número 894 en una clase de 899 estudiantes graduados en U.S. Naval Academy?
-Me gusta pensar que la razón por la cual terminó tan abajo es porque él andaba por ahí, tomándose una cerveza, más que porque fue alguien incapaz de aprender cosas.
-¿Qué opina de Sarah Palin?
-Estoy enamorado de ella. Verdadera y profundamente enamorado.
-Ella asistió a cinco colegios en seis años
-¿Y?
-¿Por qué el clan McCain está tan ansioso por publicitar su anti intelectualismo?
-Lo último que necesitamos son intelectuales “cabeza punteaguda” manejando el gobierno. Probablemente el presidente más inteligente que tuvimos, en los últimos 50 años, en términos de coeficiente intelectual haya sido Jimmy Carter y, creo, fue el peor presidente de los últimos 50 años.