Alejandro Fabbri y Horacio Pagani, la delantera

La historia del periodismo deportivo ha querido que dos sobresalientes profesionales, de distintas generaciones, hayan terminado trabajando en un mismo programa de televisión.

Ha sido para bien de los amantes de fútbol y del deporte en general. A Horacio Pagani y Alejandro Fabbri uno no se los imagina compartiendo un asado en honor de una larga y cálida amistad.

Aunque el respeto exista entre ellos, las diferencias de carácter, formas y de puntos de vista, los hacen incompatibles para tales menesteres afectivos.

Sin embargo, en el universo periodístico, sus singularidades convergen para darle forma a un divertido banquete mediático.

Es ya parte de la historia del oficio su pelea a propósito de la libertad de expresión en «Clarín».

En YouTube el video de los gritos entreverados de los dos tiene miles y miles de visitas. Al final, todos ganaron.

Dejando esta anécdota furiosa a parte, ambos contribuyen a la buena salud del periodismo y del programa que conducen «Estudio Fútbol» (13 a 15 por TyC).

Fabbri es una enciclopedia caminando del fútbol y no sólo eso también uno de los periodista que mejor analiza la realidad de este cada vez más complejo deporte.

En general, no le gusta monologar. Tampoco dictar cátedra.

Deja que los panelistas se expresen, y cuando tiene algo significativo para acotar, toma aire e interviene. Uno, espectador, conserva siempre la sensación de estar esperando: «a ver que piensa Fabbri» del tema.

Pagani, por el contrario, es un protagonista de pura cepa. El frontman de una bande rock.

No teme al ridículo ni a terminar expuesto. Dice lo que piensa y lo que siente. A su modo, con un estilo despojado de medias tintas, con agudeza y el aval de su amplia experiencia, cuenta lo que le dictan el instinto y la piel. Su perfomance es un espectáculo que merece verse.

Fabbri hace números y define estrategias. Pagani está harto de todo y todos y combate hipocresías con su afilada lengua. No tiene empacho en descalificar las mediocridades del periodismo ni de subrayar su retórica vacía. «¡Chicos, pero si no hay nada nuevo!», repite y parece un hombre listo para agarrar el bolso e irse a su casa. Pero, lo entretenido del asunto es que no se va a ninguna parte. Se queda y golpea la pantalla de televisor con el martillo de su total desparpajo.

Fabbri modera. Lo interpreta. Lo acepta a medias y suma. Establece el pulso del programa con palabras sabias y verbo erudito.

Por estos días ambos andan por Sudáfrica.

Uno en Pretoria, a cargo del estudio. Elegante y frugal. El otro, en Johannesburgo, con chalina y boina, como salido de un bar porteño de esos donde se arregla el mundo. ¿Habrá bares así en África?

Uno invita a reflexionar a partir de la madeja de informaciones. El otro patea el tablero. Uno sonríe. El otro carraspea. Uno arma el juego. El otro ataca y define.

En periodismo deportivo, debe ser la mejor delantera argentina en muchos años.